Karl Rahner, serenidad y esperanza

Karl-RahnerKarl Rahner nace en Friburgo, Alemania, el 5 de marzo de 1904. Es considerado uno de los teólogos más importantes del siglo XX cuya teología también influyó considerablemente en el Concilio Vaticano II. De joven participó activamente en el movimiento iniciado por Romano Guardini. Se hizo jesuita y en 1932 fue ordenado sacerdote. Estudió filosofía en Friburgo y teología en Innsbruck, así como las asignaturas de filosofía del derecho e historia. Fue también en Innsbruck donde empezó a enseñar, pero los nazis interrumpieron bruscamente su actividad docente suprimiendo la cátedra de teología. Después de la guerra volvió a enseñar teología en las principales universidades alemanas y su fama creció hasta ser llamado como experto al Concilio. Ha publicado numerosas obras cuya preocupación central ha sido siempre lo que él llama «el reto antropológico.» Con este término Rahner entiende el esfuerzo por hacer posible al hombre de hoy la aceptación de la fe. Lo que quería era renovar la teología. Solía decir que, «el hombre siempre se tomará a sí mismo lo suficientemente en serio como para no renunciar a un futuro absoluto«.

Para Karl Rahner la enseñanza central del evangelio es el de la «gracia«, es decir, Dios se ha comunicado a los seres humanos a través de la vida y obras de Cristo como un regalo de su parte. Es su manifestación o Revelación a los hombres que puede además ser percibida a través de la Escucha de su Espíritu. Esa manifestación del amor de Dios lleva al fortalecimiento de la esperanza humana.

En su libro Karl Rahner, experiencia de Dios en su vida y en su pensamiento (Sal Terrae 2004), Herbert Vorgrimler escribe:

«Rahner quería lograr que la tradición filosófica católica dialogara con la filosofía moderna y, aun en el caso de que ambas hablaran lenguajes diferentes, quería demostrar que al menos la escolástica y la filosofía moderna estaban interesadas por los mismos problemas. A ello le impulsaba un interés apologético (e incluso un interés eclesiástico): quería demostrar que la filosofía escolástica era digna de ser discutida de manera que quedaran claros sus problemas«. – Pág. 53.

Concilio Vaticano II (1962-1965)
Concilio Vaticano II (1962-1965)

Son varios los alumnos de Karl Rahner que dan testimonio del estilo único y magistral de sus clases de teología. Por ejemplo Franz K. Mayr describe las impresiones que sus cursos causaban en los estudiantes a comienzo de los años cincuenta:

«Permanecen para siempre en la memoria las lecciones y seminarios geniales que Rahner ofrecía en los años cincuenta en la Facultad de Teología de Innsbruck… El toque de la hora en la vieja campana del antiguo edificio de la Facultad de Teología sonaba siempre demasiado pronto cuando Rahner se encontraba en el auditorio. Las frases de Rahner eran largas. Comenzaban a menudo con un «quizá,» como exigiendo una prueba; en su parte central estaban dominadas por unos pensamientos totalmente exigentes y concluían, al fin, en forma de pregunta, con un silencio que duraba algunos segundos. Esas frases exigían la atención total de los oyentes, de tal forma que ellos, al final de muchas clases se encontraban sobrecogidos, cuando no agotados, por la hondura de los pensamientos y por la riqueza de las expresiones de Rahner.

«Por otra parte, Rahner no tenía nada de la oscura erudición jesuítica, nada de ese tono de saberlo todo, propio de los historiadores, nada de eso que suele presentarse como sofística brillante. Lo que todos percibían tras un encuentro, aunque fuera breve, con Rahner, era la ingenuidad de alguien que sabe preguntar, la profundidad de un pensamiento que no es artificioso ni planificado, unido con una gran riqueza expresiva, con una capacidad de mesura y con una novedad que parece algo evidente y que solo pueden surgir en hombres creadores, que, sin embargo, no sienten horror ante la tontería y la mediocridad, ni lo expresan con palabras de puro humor o con expresiones de sarcasmo. La jovialidad que Rahner mostraba de tiempo en tiempo ante la grandeza y bondad del hombre y ante alguna obra que estaba bien hecha nos parecían brotar en algún sentido de la capacidad que él tenía de dominar una profunda melancolía. – Ibid, pág. 192.

johann baptist metz
Karl Rahner y Johann Baptist Metz en el Sínodo de Würzburger (1971-75) en el que Rahner tuvo una participación muy activa.

Otro alumno suyo, el teólogo español Manuel Fraijó, escribió sobre el que fuera su profesor de teología:

«Karl Rahner encarnaba el cristianismo con un espectacular vigor afirmativo. El cristianismo era su filosofía, su teología y su vida. Con razón le ha aplicado Metz la categoría de «testigo.» No era solo un técnico sabio y honesto del utillaje teológico del siglo XX. Fue un testigo sereno y esperanzado. Estaba convencido de que el hombre se tomará siempre a sí mismo lo suficientemente en serio como para no renunciar a un futuro absoluto. En diálogo con el marxismo y con otras ideologías más recatadas en lo referente a la esperanza, Rahner insistió siempre en dos axiomas de su teología: la esencial determinación esperanzada del hombre y la respuesta escatológica que el cristianismo ofrece a esa condición esperanzada de los humanos.

«A diferencia de Bloch, que no sabía qué hacer con la muerte, Rahner la incorporaba con suavidad a la vida, arrancándole así todo atisbo de desesperación. Se niega a otorgar a la muerte honores de última instancia. La muerte es siempre lo penúltimo. Nunca es el último telón. Es más, Rahner identifica muerte y plenitud. El «final» y la «plenitud» de la vida son para él una misma cosa. El final del hombre, en cuanto persona espiritual, es realización activa interior; en la muerte alcanza el ser humano esa plenitud que ha ido preparando activamente durante su vida. En Rahner, la muerte pierde todo sesgo de dramaticidad absoluta. Pensaba que, al final, sin que sepamos cuándo ni cómo, todos los sepulcros de la tierra quedarán vacíos». -Manuel Fraijó, Fragmentos de esperanza, pág. 34, Verbo Divino, 2000.

Rahner advirtió que uno nunca ‘es’ cristiano. Lo de ser cristiano no es un ‘estado’. Es una tensión, una meta inalcanzable, una aspiración, una inquietud, un ideal. Se está en camino hacia el cristianismo, pero nunca se ‘es’ cristiano. No hay cristianos, sino candidatos, aspirantes a una aproximación”. -Manuel Fraijó, “El futuro del cristianismo“, Fundación Santa María, 1995.

Karl Rahner con Henri de Lubac. Ambos influyeron poderosamente en el Concilio Vaticano II

Poco comprendido por algunos sectores más conservadores de la iglesia católica, Rahner logró revitalizar la teología del siglo XX. Defendió el diálogo abierto con el ateísmo y un espíritu ecuménico de comprensión hacia otras religiones. Lejos de creer que solo los miembros de su iglesia serían salvos, en cierta ocasión escribió:

«¿Dónde está escrito de verdad que nosotros deberíamos tener a todos, es decir, el cien por cien? Solo Dios tiene que tener a todos… ¿Por qué no nos atrevemos a decir, con humildad y sosiego, variando un poco un dicho de Agustín: Muchos que Dios tiene no los tiene la Iglesia; y muchos que tiene la iglesia no los tiene Dios».

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Karl Rahner y Joseph Ratzinger

Es interesante también conocer lo que él deseaba para sí mismo como teólogo:

«Yo quisiera ser un teólogo que dice que Dios es lo más importante y que nosotros estamos aquí para amarlo, olvidándonos de nosotros mismos, que estamos aquí para invocarlo, para ser suyos, para saltar desde el ámbito de nuestro ser al abismo de la incomprensibilidad de Dios».

«La nota primera y más importante que ha de caracterizar a la espiritualidad del futuro es la relación personal e inmediata con Dios. Esta afirmación puede parecer una perogrullada, sin embargo, actualmente está muy lejos de ser algo que caiga por su propio peso«.

«Cabría decir que el cristiano del futuro o será un ‘místico’, es decir, una persona que ha ‘experimentado’ algo o no será cristiano. Porque la espiritualidad del futuro no se apoyará ya en una convicción unánime, evidente y pública, ni en un ambiente religioso generalizado, previos a la experiencia y a la decisión personales«.

«Para tener el valor de mantener una relación inmediata con Dios, y también para tener el valor de aceptar esa manifestación silenciosa de Dios como el verdadero misterio de la propia existencia, se necesita evidentemente algo más que una toma de posición racional ante el problema teórico de Dios, y algo más que una aceptación puramente doctrinal de la doctrina cristiana«.

«La causa número uno del ateísmo son los cristianos. Aquellos que lo proclaman con su boca y lo niegan con sus acciones es lo que un mundo incrédulo encuentra increíble«.

«Tiene que hacérseles evidente a la personas que ellas poseen un conocimiento de Dios implícito pero real, aunque no se reflexione sobre ello ni se verbalice. Dicho de manera más adecuada: la personas poseen una experiencia genuina de Dios que en definitiva está enraizada en su propia existencia espiritual, en su trascendentalidad, en su personalidad o como quieran llamarlo«.

  • Bibliografía: «Karl Rahner, experiencia de Dios en su vida y en su pensamiento», Herbert Vorgrimler, Sal Terrae 2004).

Esteban López

2 respuestas a “Karl Rahner, serenidad y esperanza

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