Manuel Fraijó, pensar la religión

manuel-fraijóManuel Fraijó nació en Guadalcázar (Córdoba, España) en 1942. Estudió Filosofía y Teología en las Universidades de Innsbruck (Austria), Münster y Tubinga (Alemania) siendo doctor en ambas disciplinas. Jesuita y profesor de teología de la Universidad Pontificia de Comillas, fue uno de los teólogos que defendió a Hans Küng cuando éste fue apartado de su cátedra de Friburgo. Cuando el Vaticano le privó de su condición de teólogo católico, Fraijó publicó un artículo en defensa de Hans Küng. El entonces cardenal Razintger le pidió que rectificara o no podría seguir enseñando teología en una facultad católica. Fraijó siguió apoyando a su maestro, y más tarde pidió la secularización.

Durante sus estudios en Alemania fue alumno de Karl Rahner, Hans Küng, Walter Kasper, Jurgen Moltmann, J. B. Metz y Wolfhart Pannenberg. Fue catedrático de Filosofía de la religión e Historia de las religiones en la Universidad Nacional de Educación a Distancia (UNED) y Decano de la Facultad de Filosofía. Es miembro de la Sociedad Española de Ciencias de las Religiones. Su reflexión gira en torno al estudio del hecho religioso en general, con especial atención al hecho religioso cristiano y a la figura de Jesús de Nazaret. Ha estudiado también la relación entre fe y razón tal como se articula a partir de la Modernidad en el pensamiento católico y protestante.

Algunas de sus obras son:

Jesús y los marginados. Utopía y esperanza cristiana, Cristiandad, Madrid, 1985.
El sentido de la historia, Introducción al pensamiento de Wolfhart Pannenberg, Cristiandad, Madrid, 1986.
Fragmentos de esperanza, Estella, Verbo Divino, 2000.
Filosofía de la religión. Estudios y textos, Ed. Trotta, Madrid, 2000.
Cristianismo e Ilustración, Universidad pontificia Comillas, Madrid, 1995.
A vueltas con la religión, Verbo Divino, Estella, 2000.
El cristianismo. Una aproximación, Trotta, 1997.
Dios, el mal y otros ensayos, Trotta, 2004.

La obra de Manuel Fraijó aborda la religión desde la razón. Siempre es difícil aproximarse a un tema tan sinuoso desde una perspectiva científica, pero él lo hace con tesón y sinceridad. Es teólogo pero también filósofo, y para él todas las preguntas permanecen abiertas. Como escribe en su libro, Fragmentos de Esperanza, su posición religiosa se sitúa, no en ‘la posesión pacífica’, sino en ‘la búsqueda airada.’ Cuando escribe, su estilo llama la atención: siempre es capaz de ‘andar por la linea de en medio,’ contrastando argumentos hábilmente, con verdadera erudición y elegancia. Su amigo, José Gómez Caffarena, creía que Fraijó en realidad es más creyente que lo contrario. Después de haber leído casi toda su obra, mi percepción es muy similar, aunque personalmente no comparta todos sus planteamientos teológicos.

Los breves párrafos que siguen, son solo algunos ejemplos que muestran hasta qué grado sus escritos sobre religión son también fuente de estímulo y de esperanza, no solo de ‘búsqueda airada.’ Por lo menos eso es lo que han significado para mí. Aunque en toda su extensa obra haya aspectos que yo no vea igual, sí he llegado a apreciar profundamente su sinceridad, su buen saber y su ‘búsqueda incansable.’ Como apreciado profesor de Filosofía de la Religión, pero sobre todo, como hombre lleno de humanidad, a él dedico estas líneas, sobre todo cuando recuerdo cuánto me cautivaron para siempre estas palabras suyas:

«Conozco a algún poeta alemán que escribió versos junto a los escombros de la catedral de Münster durante la Segunda Guerra Mundial. Y me contaba que nadie le echó en cara que no retirara escombros. Y es que siempre son necesarias las dos cosas: retirar escombros y crear nuevas constelaciones de sentido».

Sobre las vítimas de la historia

«Sobre esta cuestión, el materialismo y la razón se declaran incompetentes. La religión en cambio, no olvida el pasado. Frente a la razón científica del materialismo se alza la razón anamnética de la religión. La dignidad de la religión tiene que ver con su cultura del recuerdo. La religión salva así al pasado de un olvido seguro. La teología deja abierto lo que la ciencia declara cerrado. Al venir de muy lejos, la religión ha acumulado mucha historia y se niega a relegarla al olvido. La tradición bíblica no archiva las causas de las víctimas de la injusticia. Sabe que ahí hay derechos pendientes y mantiene abiertos sus expedientes».

«La tradición religiosa ofrece una respuesta serena a ese dilema. Encomienda las víctimas del pasado al Dios del futuro, al Dios que resucita a los muertos. Desde esa confianza en la instauración de una armonía final, el hombre religioso puede, si no ser feliz -cosa a todas luces desmesurada-, al menos alcanzar una paz de fondo». – A Vueltas con la Religión, Verbo Divino, 1998.

Sobre el destino del ser humano

Manuel Fraijó«Fichte pensaba que el hombre no puede estar destinado a ser un mero ‘portador de fardos.’ Como Kant, Fichte auguraba al hombre una paz perpetua. Se resistía a que ‘la vida consista en comer y beber, para volver luego a tener hambre y sed y poder de nuevo comer y beber hasta que se abra ante mis pies el sepulcro y me trague, y ser yo mismo alimento que brota del suelo. No me resigno a que todo gire en torno a engendrar seres semejantes para que también ellos coman y beban y mueran y dejen detrás de sí otros seres que hagan lo mismo que yo hice.

«No es necesario acumular trazos patéticos de la vida como el que nos ofrece Fitche. Pero sería fácil hacerlo. Mircea Eliade evoca el ‘terror de la historia.’ Y Bloch se rebelaba, ‘por dignidad personal’, contra la sangrante evidencia de que el hombre ‘acaba igual que el ganado’.

«La ética y la religión contemplaron siempre con honda inquietud este cuadro. A ambas le es connatural la falta de resignación. Nunca se avinieron bien con el perecimiento definitivo del ser humano. Se atrevieron a poner sobre el tapete frágiles esperanzas que nunca lograron fundamentar plenamente. Nunca renunciaron a mantener encendida la chispa de la esperanza, incluso para los muertos (W. Benjamin).

«Y ahí queda también, sin el espacio que hubiera merecido, la reflexión ética de José Gómez Caffarena, humanista y cristiana. La opción por un sentido final, bellamente expresada en lo que Gómez Caffarena llama ‘vivencias de fundamento’ y ‘vivencias de esperanza’ le lleva a postular un fundamento último de la realidad. No se resigna a que ‘el deseo constitutivo’ del hombre quede radicalmente frustrado. De ahí el bello final de su libro, El teísmo moral de Kant: ‘En su secular esfuerzo moral, y pese a sus fracasos, la Humanidad se merece que no sea fallida sus esperanza: se merece que exista Dios». -De la sobriedad ética a la esperanza religiosa, Isegoría, revista de filosofía moral y política, nº10

Ética y religión

«Con más frecuencia de la deseada tuvo que escuchar el filósofo y matemático Bertrand Russell la siguiente pregunta: “¿Qué le parece más importante, la ética o la religión?”. Con su habitual desparpajo y contundencia, dejó caer la siguiente respuesta: “He recorrido bastantes países pertenecientes a diversas culturas; en ninguno de ellos me preguntaron por mi religión, pero en ninguno de esos lugares me permitieron robar, matar, mentir o cometer actos deshonestos”.

«De esta forma tan gráfica defendía Russell una tesis a la que dedicó no pocas energías: sin religión se puede vivir; sin ética, no. No será difícil estar de acuerdo con él. Pero probablemente él era consciente de que los mínimos éticos que señala —no matar, no robar, no mentir, no cometer actos deshonestos— nos llegan, también, como legado de grandes espíritus religiosos como Buda, Confucio, Moisés, Jesús o Mahoma. Es decir: la ética y la religión han tendido a darse la mano, a caminar juntas, a aunar esfuerzos. De hecho, el 83% de los seres humanos vincula su quehacer ético con su pertenencia a alguna de las 10.000 religiones existentes en nuestro planeta.

La ética «no se limita a procurar la mejor y más justa configuración del presente, sino que pregunta insistentemente por los ya-no-presentes. Vuelve su mirada, con inevitable desasosiego, hacia los que nos precedieron, intentando introducir sentido donde no lo hubo. Es una ética que, además de actuar sobre el presente, medita sobre el pasado de los injustamente tratados por la historia. Se acuerda de las vidas dañadas y maltrechas. Es aquí donde la ética puede sellar alianzas con la religión. La ética siente anhelo por una especie de finitud sanada, evocada por la tradición cristiana, por un posible escenario futuro sin víctimas ni verdugos. La sombría perspectiva de que todo pudiese quedar como ha ocurrido a lo largo de la historia de la humanidad movió incluso a pensadores no creyentes a postular futuros escenarios de liberación. Unamuno ha tenido muchos seguidores en su deseo de que “nuestro trabajado linaje humano sea algo más que una fatídica procesión de fantasmas que van de la nada a la nada.”

«La religión espera contra toda esperanza escenarios finales benévolos, salvados; la ética interroga pertinazmente a la religión sobre el fundamento de esa esperanza; la religión, a su vez, remite al misterio, al silencio; y, como la ética también conoce la palabra misterio y sabe de silencios, ambas terminan llevándose bien».

– Manuel Fraijó, catedrático de Filosofía de la Religión en la UNED. «¿Vivir sin ética? ¿Vivir sin religión?» – El país, 8 de febrero 2014.

http://elpais.com/elpais/2014/01/31/opinion/1391181818_441642.html

 La norma suprema

«La norma suprema no es la iglesia ni el magisterio, sino la persona de Jesús… Rahner dijo una vez que Jesús no hubiera entendido el término ‘infalibilidad’ en cuya defensa tantas energías ha empleado el magisterio en los últimos años. Creo que algo parecido vale para el documento sobre la vocación eclesial del teólogo. Jesús no sabría muy bien qué hacer con él. Sus métodos eran distintos. Él procedía por insinuaciones, por respetuosas invitaciones y apelaciones a lo más profundo del hombre. Nunca violentó conciencias ni impuso dogmáticamente sus propias convicciones. Es ocioso recordar que no impuso sanciones ni condenó a nadie al silencio. Alguna vez, sus discípulos le pidieron que hiciera bajar fuego del cielo para dar su merecido a los disidentes, pero Jesús rechazó ásperamente su propuesta. Y sus mejores seguidores hablaron siempre con parresía, es decir, con una libertad que afrontaba el riesgo. Es la libertad que mueve a los que confían en que la verdad es noble y se abre paso por sí misma». Fragmentos de Esperanza, pág. 355.

«No fue el cristianismo quien condujo a la hoguera a Bruno, Savonarola, Hus y a tantos miles de herejes y brujas; no fue él quien condenó a Lutero, Galileo y tantos otros; no fue él quien encendió la mecha de las guerras de religión que asolaron Europa; ni fue él quien repartió condenas y anatemas; ni corren de su cuenta los crímenes que se cometieron con los habitantes del nuevo mundo; ni inventó el índice de libros prohibidos… Quiero decir que todo eso es contrario al auténtico espíritu cristiano, al genuino mensaje de Jesús. Es de elemental justicia reconocerlo.

«Rahner advirtió que uno nunca ‘es’ cristiano. Lo de ser cristiano no es un ‘estado’. Es una tensión, una meta inalcanzable, una aspiración, una inquietud, un ideal. Se está en camino hacia el cristianismo, pero nunca se ‘es’ cristiano. No hay cristianos, sino candidatos, aspirantes a una aproximación».

  • Manuel Fraijó, «El futuro del cristianismo«, Fundación Santa María, 1995.

Grandes líneas de esta conferencia:

«El fundamento de la moral es la compasión».

«Himno a la alegría de Beethoven: todos los hombres serán hermanos«.

«Aunque tengamos culturas o idiomas diferentes, los seres humanos tenemos las mismas inquietudes y necesidades. Lo humano es el mínimo común denominador que nos emparenta a todos».

«Ama a tu prójimo. Él es tú mismo». – Jesús de Nazaret.

«Históricamente, la religión y la ética han estado siempre muy relacionados».

«A pesar de que se frustran tantas esperanzas, el ser humano es un ser esperanzado».

«Pensar es trascender». – Ernst Bloch.

«Los místicos son universales. Son como una especie de superhombres, pero sin orgullo».

«La parábola del Buen Samaritano es un ejemplo claro de universalidad».

«Por sus constelaciones de sentido, Sócrates y Jesús de Nazaret tienen mucho en común».

– Manuel Fraijó

2 respuestas a “Manuel Fraijó, pensar la religión

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